Ayer tocaron «The Rolling Stones» en Madrid y no pude ir.
Estoy leyendo las crónicas y por lo visto fue lo esperado, un auténtico espectáculo. Mick Jagger roza los 80 años y la lección es que pueden surcarte mil y una arrugas en tu rostro pero no en tu alma. Él ya ganó la inmortalidad hace mucho tiempo. Hace mucho que se convirtieron en eternos, es lo mágico que tiene la música, que prevalece, prevalece a través de las décadas y dentro de otros 80 años se seguirán tarareando quizás las mismas melodías, porque hay una memoria sempiterna que no nos abandona.
Ayer tocaban Los Rolling, pero también me enteré de una noticia de las que te hacen despertar del letargo de la rutina. De esas noticias que a nadie les gusta escuchar. Me enteré de la muerte de una compañera de la facultad de mis tiempos de estudiante, tengo su imagen muy nítida en la cabeza y me apenó sobremanera enterarme de ese desenlace tan brusco, tan desolador con apenas 35 años, culpa de una enfermedad. Me trasladó a un gran flashback mientras hablaba con ella cuando teníamos apenas 18 años y de repente, envejecí y una grieta se abrió paso…Soy consciente de que todo lo que voy a reflexionar aquí es tópico, pero aunque haya tanta gente que nace y muere a diario, somos inconscientes de que estar aquí es meramente arbitrario, es meramente un gran regalo que por darlo por hecho, no apreciamos y quemamos, quemamos los días y deberíamos bailarlos todos como Mick Jagger lo hace en cada escenario. Porque viéndolo rebosar vitalidad y rock and roll en la prensa, me hace darme de bruces con la realidad de que somos finitos y yo llevo injustamente unos días llorando por nada, problemas del mundo moderno. Y resulta que tú, como tantos otros, tú ya no estás.
Hoy es jueves, un jueves normal. Y tú sigues aquí.
Si os puedo contagiar de algo, que sean de sonrisas, de vitalidad, de respirar fuerte, de abrazar muy apretadamente, de besar apasionadamente, de arriesgarnos a vivir historias que puede que tengan una fecha de caducidad muy justa, de reírnos hasta llorar, de emocionarnos y cantar en alto. De dejarte despeinar una vez más, de gritar : «I can’t get no!!! Satisfaction!!!!!» o tener «Sympathy for the devil». De vivir conciertos históricos como el que me perdí ayer, concierto que uso como excusa para seguir girando como los putos Rolling octogenarios, pero dando lecciones de fuerza y energía. Ya que a veces parece que nos falta el aire cuando no cumplimos nuestras expectativas, frustramos nuestros sueños o nos sentimos míseros y solitarios seres humanos. El mayor regalo es seguir aquí. Así que, yo que a veces me desbordo de intensidad, grito desde este espacio que por favor, di más te quiero, échate esa siesta, come ese helado, ríe, llora, haz el amor, haz el humor, corre y suda, pero sobre todo, respira y emociónate con todos los amaneceres que nos regala la vida. Porque tú sigues aquí…
«Goodbye, Ruby Tuesday…»
Para ti, Julia. Buen viaje hacia las estrellas.