Texto escrito 19 de Marzo 2020
Es curioso que escriba esto en apenas 4 días de aislamiento oficiales. Pero soy española, andaluza, para más inri. Y como a todos mis compatriotas, ya echo de menos salir, dar dos besos, abrazos, reír en alto, la cervecita en la terraza, el aire, el sol.
En este blog en 2008, reflejé muy indignada la crisis económica que asoló España e hizo que muchos de mis conocidos emigraran sin retorno en muchos casos a otros países, porque aquí no había un puesto de trabajo digno. Pero jamás de los jamases, pensé que iba sufrir un pandemia mundial.
Me encanta el cine, y esto ya lo había vivido visualmente, y ahora he de decir que sí, que la realidad siempre supera a la ficción. Siempre. Y joder, una de las películas que he visto recientemente era «La Trinchera Infinita»… bromas a parte, porque el humor me niego a perderlo…
Tenemos que ser responsables y llamar a la calma, acordarnos del cine de nuevo como modelo y pensar en un Tom Hanks en «Naufrago», porque para los que estamos solos, se va a hacer especialmente más duro. Yo siempre me he considerado una persona casera, siempre he disfrutado mucho de estar en mi casa, viendo la tele, leyendo un libro, escuchando música, pero en estos poquísimos días, se me saltan las lágrimas si pienso en darle un abrazo a mis seres queridos. Se me saltan las lágrimas nada más pensar las ganas que tengo de ir a la cafetería de mi trabajo y hablar con mis compañeros, de salir a pasear con mi bebé. De volver a ver una sonrisa que me calma, cuando veo esos hoyuelos y sentir ese abrazo que me envuelve grande y fuerte y me levanta de todos mis males. Pero debemos ser conscientes y agradecidos, que tenemos que protegernos entre todos y que cuando esta pesadilla acabe, volveremos a vernos, a disfrutarnos, a abrazarnos, a besarnos. Así confío, así lo espero, así lo deseo, así lo lucho.
Aunque sé que esto va a cambiar a la sociedad, al mundo. Esto es algo sin precedentes, es algo que desde tiempos de La Peste, no ocurría a esta escala. Recuerdo el VIH, recuerdo el ébola, pero no esto. Esto ha paralizado al mundo, ha cambiado todas nuestras vidas. Teletrabajo quién tiene suerte, confinamiento, relacionarnos más aún a través de pantallas, autogestionar nuestras mentes y recursos, poner a prueba nuestra paciencia, desarrollar nuestros ingenios, pero es hora de demostrar que el ser humano también es capaz de hacer lo mejor. Tenemos que ser fuertes ante la adversidad. Os animo a todos a que cuando salgamos de ésta, valoremos muchísimo más todo lo que hemos tenido siempre y hemos dado por hecho. Dar por hecho, es un error. Muchas veces me dicen, «joer no me des las gracias por tan poco» y yo siempre contesto que valoro y agradezco cada gesto, porque un día lo tienes y al día siguiente no. Y yo prefiero ser agradecida, a no serlo.
Si estás leyendo mi blog y me conoces, decirte que te saludaré más efusivamente aún si cabe cuando te vea. Si estás leyendo esto desde el otro lado del mundo, desde otro rincón de España, «no estás solo/a, estamos juntos en esto y saldremos».
QUÉDATE EN CASA.
Lo que pienso a 6 de Abril de 2021
De toda la información insólita, sorprendente, confusa e idiota que hemos estado escuchando durante este eterno año ya pandémico, el resumen lo podría hacer en dos palabras que están de moda: «Fatiga Pandémica».
Gestiones políticas de lo más incongruentes e incoherentes, restricciones de movilidad que nos dan una pseudolibertad absurda que todos parecen saltarse a la torera, menos los que somos unos cobardes y sabemos que es como cuando todos copiaban en el examen, que si la chuleta la sacas tú, fijo que te pillan. Y aquí sigo, teletrabajando que por supuesto, a valorarlo, porque si encima pierdes el trabajo, ya la desgracia es aún mayor. Pero cansa, cansa el estar diciendo gracias por tener dos manos, gracias por tener trabajo, gracias por haber pasado el virus y seguir vivos. Es lo mínimo ¿no?, ¿soy una niñata? probablemente, ¿soy egoísta? quizás, probablemente. Me contagié sin salir de casa, a una revisión al centro de salud, de estas cosas increíbles. Y el/ la covid fue un faringitis muy fuerte, pero la mayor secuela es la mental. Esta soledad, estos miedos de las miradas que están encima de esas mascarillas de colores. Yo me negué a convertir mi mascarilla en un complemento estético, siempre pensé «esto debe ser temporal» y hace nada ya me decidí a contribuir al medio ambiente y coger unas que se puedan reutilizar y lavables. Sigo sintiéndome absurda cuando camino sola al aire libre y respiro mis restos, cuando me estornudo dentro, cuando se crea esa incómoda humedad propia dentro de ese ecosistema mascarillero. Estoy cansada. Muy cansada de qué me digan por dónde puedo entrar, por dónde puedo salir de una tienda, del gel, de las distancias, del no poder abrazar, de sentirme una delincuente, de tocar una superficie y pensar «Oh, oh». A nuestros abuelos les tocó una guerra, una guerra que obviamente dejó secuelas de odios y rencores y de no tirar ni una miga de pan. ¿Cuáles serán las nuestras? ¿los miedos a los abrazos? ¿al contacto humano? Qué virus tan cruel y deshumanizado, que es precisamente eso lo que nos está provocando, vivir en las redes, vivir en pantallas, vivir en un interminable Fortnite, ser un Joaquin Phoenix en «Her» y no distinguir ya las emociones. ¿Cuánto falta, mamá? ¿hemos llegado ya a la 4ª ola? ¿a la 5ª? ¿nos vencerá este tsunami llamado Covid19?