Mi primera novela: próximamente

No recuerdo cuándo comencé a escribir, creo que quizás tendría unos 6 o 7 añitos y hacía mis pinitos en cuadernos y libretas y luego se las pasaba a mi madre para que las leyera. En todas mis clases de Lengua del colegio e instituto disfrutaba leyendo a los autores clásicos y haciendo comentarios de textos sobre sus obras o creando las que nos proponían nuestros/as profesores. Y en la facultad, mis asignaturas favoritas siempre fueron aquellas relacionadas con la literatura.

Cuando era más joven escribía en una página web muy conocida en el momento : «Ociojoven» y también en la revista «Scifiworld». Escribía sobre cine y literatura, creaba también mis propios textos y gracias a esos textos, me animé a abrir a este blog en 2007 para compartir mis ideas, reflexiones, etc. También tengo varias publicaciones oficiales sobre cine y literatura, pero…yo quería crear una historia.

Uno de mis sueños siempre fue conseguir publicar un libro. Y os puedo comunicar que este sueño, se va a convertir en realidad. Y no puedo explicar la emoción y felicidad que me produce. Han sido muchos años de proceso creativo, de vivir la vida y sentirla para poder describirla, de inventar personajes y forzar la imaginación a dejarse llevar por las musas y la inspiración cuando llegaba. Y la inspiración finalmente, llegó. Llegó de madrugada, llegó a ratos, llegó mientras viajaba, llegó mientras sufría, llegó mientras amaba, llegó mientras escuchaba música y dejaba a mi mente volar y lo trasladé en palabras.

Así que quería compartirlo con todos/as los visitantes de este humilde blog. Próximamente, pondré aquí el título y la portada de mi otro hijo 🙂 y para aquellos/as que quieran lanzarse os recomiendo este grandísimo libro de escritura que a mí me ha divertido tanto y por supuesto, cuadernos y libretas que no falten nunca. Y nunca, nunca, nunca dejéis de intentarlo, porque los sueños se cumplen.

Ayer tocaron Los Rolling y no pude ir…

Ayer tocaron «The Rolling Stones» en Madrid y no pude ir.

Estoy leyendo las crónicas y por lo visto fue lo esperado, un auténtico espectáculo. Mick Jagger roza los 80 años y la lección es que pueden surcarte mil y una arrugas en tu rostro pero no en tu alma. Él ya ganó la inmortalidad hace mucho tiempo. Hace mucho que se convirtieron en eternos, es lo mágico que tiene la música, que prevalece, prevalece a través de las décadas y dentro de otros 80 años se seguirán tarareando quizás las mismas melodías, porque hay una memoria sempiterna que no nos abandona.

Ayer tocaban Los Rolling, pero también me enteré de una noticia de las que te hacen despertar del letargo de la rutina. De esas noticias que a nadie les gusta escuchar. Me enteré de la muerte de una compañera de la facultad de mis tiempos de estudiante, tengo su imagen muy nítida en la cabeza y me apenó sobremanera enterarme de ese desenlace tan brusco, tan desolador con apenas 35 años, culpa de una enfermedad. Me trasladó a un gran flashback mientras hablaba con ella cuando teníamos apenas 18 años y de repente, envejecí y una grieta se abrió paso…Soy consciente de que todo lo que voy a reflexionar aquí es tópico, pero aunque haya tanta gente que nace y muere a diario, somos inconscientes de que estar aquí es meramente arbitrario, es meramente un gran regalo que por darlo por hecho, no apreciamos y quemamos, quemamos los días y deberíamos bailarlos todos como Mick Jagger lo hace en cada escenario. Porque viéndolo rebosar vitalidad y rock and roll en la prensa, me hace darme de bruces con la realidad de que somos finitos y yo llevo injustamente unos días llorando por nada, problemas del mundo moderno. Y resulta que tú, como tantos otros, tú ya no estás.

Hoy es jueves, un jueves normal. Y tú sigues aquí.

Si os puedo contagiar de algo, que sean de sonrisas, de vitalidad, de respirar fuerte, de abrazar muy apretadamente, de besar apasionadamente, de arriesgarnos a vivir historias que puede que tengan una fecha de caducidad muy justa, de reírnos hasta llorar, de emocionarnos y cantar en alto. De dejarte despeinar una vez más, de gritar : «I can’t get no!!! Satisfaction!!!!!» o tener «Sympathy for the devil». De vivir conciertos históricos como el que me perdí ayer, concierto que uso como excusa para seguir girando como los putos Rolling octogenarios, pero dando lecciones de fuerza y energía. Ya que a veces parece que nos falta el aire cuando no cumplimos nuestras expectativas, frustramos nuestros sueños o nos sentimos míseros y solitarios seres humanos. El mayor regalo es seguir aquí. Así que, yo que a veces me desbordo de intensidad, grito desde este espacio que por favor, di más te quiero, échate esa siesta, come ese helado, ríe, llora, haz el amor, haz el humor, corre y suda, pero sobre todo, respira y emociónate con todos los amaneceres que nos regala la vida. Porque tú sigues aquí…

«Goodbye, Ruby Tuesday…»

Para ti, Julia. Buen viaje hacia las estrellas.

Y el sonido del viento, era yo…

La vida es eso que pasa mientras estás respirando calima y miras las noticias de Ucrania y el miedo te invade todos los poros de tu cuerpo y de repente, te olvidas que la vida también es ese beso largo y profundo en una cuesta del barrio de La Latina. La vida también es una filomena que congela todo pero te abrasa por dentro, a fuego de recuerdos. La vida es esa canción de spotify al acostarte. La vida no es Putin, ni Covid, la vida es un martes extraordinario en una terraza en Malasaña. Una cerveza, una mirada y una risa, tu risa. Y un abrazo que parece ensordecer el entorno, viajes interestelares de momentos, porque la vida es mucho más. Y habría que vivirla siendo muchos más conscientes de todo, no en la rueda como el hámster que te mira suplicando una pipa más. A la vida hay que cogerla de frente con sus subidas y sus bajadas, como la puta montaña rusa que es. Sin titubeos, si nada más, que cuente, que todo cuente. Y el sonido del viento era yo…

Dover, please come to me

Corría el año 92 y yo apenas tenía unos seis años cuando mi interés por la música ya era más que evidente. En los trayectos de coche de mis viajes por España, de sur a norte y de norte a sur, eran mis padres los que elegían que «cinta» poner y en ese universo se quedaba atrapado una y otra vez el «I want to break free» de Queen o un «I must have been love» de Roxette que se cortaba justo al final y yo me aprendí esa canción rota, inacabada, porque la cinta estaba así y yo cantaba el gritito final con un «ippp» final que nunca llegaba. Los encantos de las cintas…

Como iba comentando, corrían los años 90 y yo por entonces ya escuchaba a «The Cranberries» aunque el pop de las «Spice Girls» pegaba muy fuerte, pero había algo dentro de mí que me decía que yo era más de sonidos rockeros que de sonidos poperos. En los 90 una corriente musical estaba en auge y era el llamado «grunge» un tal Kurt Cobain con su banda «Nirvana» y aquella portada del disco con un bebé desnudo y todo el mundo cantaba a aquello de «hello, hello, how low…» y por supuesto, gobernaban también los melenas como el gran Eddie Vedder, ya un superviviente y leyenda, vocalista de «Pearl Jam». ¿Y en España?, ¿qué ocurría en España a nivel musical?

Pues no me acuerdo…solo sé que un grupo me llamó poderosamente la atención, mientras veía «Música Si», aquel programa con actuaciones en directo, yo me despertaba cada sábado solo para verlo y de repente : ellas. Porque yo solo las vi a ellas. Si por aquel entonces, adoraba a Dolores O’Riordan y no paraba de cantar «Zombie», aparecieron ellas y cantaban en inglés. ¡En inglés! en un país donde precisamente hablar un segundo idioma era una asignatura pendiente, y no solo cantaban en inglés, si no que tocaban rock y la cantante tenía una voz poderosa, rasgada, con personalidad y tocaban la guitarra y tenían una fuerte personalidad en el escenario. Y luego su videoclip, con chupas de cuero, con más guitarras, con fuego y entonces yo caí rendida a «Serenade», a «Devil came to me». Y sí, hablo de «Dover», aquel grupo de rock alternativo español, que se fundó a principios de los 90, compuesto por las hermanas, Cristina y Amparo Llanos. Ahora os diré, «las putas amas». En un mundo musical donde reinaban mayoritariamente los grupos de rock y grunge más bien masculinos, como citaba antes «Pearl Jam», «Nirvana», «Red hot chilli peppers», «Green Day», «Smashin Pumpkins» y Chris Cornell, no puedo olvidarlo, obviamente.

Siempre quise seguir a grandes estrellas del rock femeninas, primero porque las veía fuertes y seguras, con una personalidad que no veía en otros ámbitos musicales, porque para mí Britney nunca fue igual que Meredith Brooks cantando que era una puta a los cuatro vientos, ni tampoco Britney me parecía igual que Gwen Stefani, ni por supuesto, Britney le hacía sombra a Alanis Morrissette y por supuesto, ni de lejos podía igualarse a mi querida Dolores O’Riordan en nada. Y por eso, siempre elegía rock. Por las botas, por las guitarras, por la batería, por el tempo y cuando «Dover» llegó a escena a nuestro país, fue algo para mí sumamente maravilloso, que ha perdurado en mi tiempo vital. Sigo escuchando «Devil came to me», disco que les hizo conocer la fama internacional o el «Late at night», soy una del medio millón de oyentes mensuales del «spotify», no sé si llena de nostalgia, creo que no, porque si algo es bueno va cogiendo cuerpo, va cogiendo más sabor, va sonando aún mejor que la primera vez. Si grito en el coche «and if it’s going to be my destiny, I don’t want to wait till comes to me…» es por que esta frase me suena como un hechizo.

Desgraciadamente, casi todas mis bandas favoritas terminan en desgracia, no por muerte en este caso, pero «Dover» sí se disolvió en 2016. Aunque me arriesgo a decir que marcó a toda una generación, que nos impulsó a creer que en este país se podía hacer música en inglés, rock alternativo, con personalidad y carisma, con brutalidad sonora, que «Dover» nos trajo algo de Seattle aquí cuando no había «youtube», ni «spoti», donde gobernaban los 40principales. Y yo tuve la suerte de asistir a ello. Yo sigo intentando rasgar la voz como Cristina, y sigo despeinándome cada mañana al volante mientras canto «Loli Jackson». Y por ello, esperando el documental con muchas ganas y guardando la esperanza de un «comeback» que tan de moda están, yo sería malditamente feliz.

Amor Low-Cost, el inframundo de las apps y el Carpe Diem del momento

«Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba, cuando más te quería, se te fueron las ganas» y así escuchando yo a C.Tangana, me dio un click en la cabeza y me dio por reflexionar una vez más. Lo primero, ¿qué coño hago yo escuchando esto? segundo, ¿ y por qué me ha gustado? tercero ¿por qué no se pueden publicar las debilidades en este mundo superficial de redes sociales con vidas perfectas?

Si rascas en la foto recién publicada con miles de filtros embelleciendo al que la publica y el entorno, un momento que puede que sea feliz y al 80% me arriesgo a decir, que es falso. Feliz Falsedad, eso era en diciembre y ahora es todo el año y a todas horas, con filtro Valencia, con cualquier filtro de Tik Tok, con filtro de todo, porque yo me perdí, con esta vida me perdí. Todo es rápido, inmediato, todo es un like, todo es darle al corazoncito del insta, ¿y si me ves sin maquillar, saldrás corriendo? ¿ y si mi ves llorar pensarás que soy anormal?

Llegó el low-cost a las compañías aéreas, llegó el low-cost con la comida basura y ahora me doy cuenta, que llegó también el low-cost con las relaciones. Las famosas apps para conocer gente, un puro mercadillo de gente, con la mejor foto posible de perfil, todos hacen fitness, a todos les gusta viajar, con la mejor foto en Machu Pichu, solteros y solteras exigentes. ¡Y una mierda! lo que es, es un precipitado caos de gente que pululan por ahí, gente que está sola, gente que solo quiere hablar, otros y otras solamente echar un polvo, otros anhelan el amor de su vida, otros para que les regalen el oído, otros que solamente serán amigos virtuales y nunca quedarán. Y al final, el desgaste, la sustitución, el si no me gusta este o esta, tengo otro u otra, un repuesto, la hamburguesa a 1 euro con postre y si no hay postre ¿qué más da? La inmediatez y la amplia oferta, se está cargando las relaciones, el todo es rápido, el todo vale o el todo no vale. A mí que me expliquen si solo te conviertes en el pasatiempo de alguien y luego te tratan mal emocionalmente, te bloquean, te hacen «ghosting», ¿qué fácil, no? y no quiero decir con esto que yo sea una santa y no lo haya hecho, lo que sí puedo decir, es que paso. Paso del inframundo, de ese submundo, unos eligen ir a un restaurante en vez de al sitio de comida rápida, no puedo decir que no vuelva a pedir un McMenú al igual que no puedo decir que nunca más vaya a volver a camuflarme detrás de un avatar en una de esas apps, pero lo único que sé es que no me aportan nada. Dentro de todas esas personas que en algún momento he podido «conocer», no sé si si eran construidas a base de mentiras, si el confinamiento había hecho mucho daño, solo sé que dos me dejan buen recuerdo y a una de esas personas la mantendré de por vida, pero que ocurra eso en esos submundos es como ver pasar el cometa Halley. Y esa es la única esperanza que el cometa Halley existe. Pero para encontrarlo o verlo pasar, debes haber estado en horas intempestivas y sin esperarlo, porque no lo esperaba, al igual que uno no espera cuando llega el desamor, la ruptura, el crash que lo manda todo a la mierda, cuando pensabas que te habías casado para siempre. Para siempre… y entonces, después de todo esto, te das cuenta que la vida no es el pasado, ni el presente, ni el futuro, la vida son momentos. Y que como siempre, una de mis filosofías en la vida era no tener expectativas, pero ¿cómo se puede vivir así? ¿bloqueándote sentimientos? No quiero perder la fe en la gente, no quiero perder la esperanza de que las apps han corrompido a la gente y por sacarle el punto de humor. Ayer veía «Los Simpsons» estaban haciendo un «Speed Dating» y:

-¿Usted conoció aquí a su marido?

-No, lo conocí a través de amigos como la gente normal.

Pasar página y el Mundo raro

No estaban siendo los meses más felices de mi vida. Pandemia, soledad, aislamiento, pocas sonrisas, miradas cansadas por encima de una mascarilla. Inevitable que este virus insólito no nos provocara otros malestares que no fueran los propios de la enfermedad en sí. El CoVid19 irrumpía en nuestra vida diaria como un elefante en una cacharrería para ponernos a todos en alerta y la vida al revés, para enseñarnos que todo lo que una vez creímos dar por sentado, no era así. La vida en 2019 me sacó de la famosa zona de confort que hablaban los blogs, los psicólogos y en 2020 nos exiliaron a todos juntos.

Este 2021 que comenzó extraño, me regaló un fin de semana precioso nevado. Y este año en sí, me ha ido regalando pequeños momentos que no he querido ver o mejor dicho, no he sabido ver.

Abandonar mi proyecto de vida, mi antigua casa, mi todo…cambios. Y a mí me criaron para ser libre y nómada, aventurera y leal a mí misma. Mis padres…esos intensos valientes, bravos y arriesgados, que son el mejor regalo. Dicen que se aprende de los hijos, ahora que soy madre, puedo verlo, pero también de tus progenitores y a mí, mis padres no dejan de sorprenderme nunca. Nunca.

El otro día volví a mi antigua casa, de vuelta, por la carretera que tantas veces paseé y una sensación de pereza absoluta me invadió. Recuerdos angustiosos y arcadas en la boca del estómago, dónde el dolor suele posarse. Y como un fogonazo, una luz tan brillante, tan incandescente, que me quemó por dentro, me quemó la cara y estalló en mis gafas de sol, me hizo ser consciente de este preciso momento, del ahora. Y el ahora es libre, divertido, raro, extraño y pasan cosas, cosas que creí no volver a vivir, cosas que crees que nunca más volverán. Cosas que nunca ocurrieron, pero la vida, una vez más, una vez más te dice cuando sabes que has pasado página. Y aunque el mundo sea y esté raro, tú estás aquí. Y como siempre solía decir, brindemos : » Por qué estamos vivos» y hoy, mucho más que nunca cobra un sentido fuerte y poderoso.

Tu nombre me sabe a Norte

Querido Norte,

Esto no es más que una carta de amor. Una carta de amor eterna. Es un recuerdo constante de este idilio que comenzó allá cuando ni si quiera mi memoria recuerda y en mi cabeza solamente estaban tus nubes grises, tu lluvia y ese manto gris, el sonido del mar y tus costumbres para mí siempre tan exóticas. Y tu marcado acento. Ese acento del que no me logro deshacer, como un embrujo, un hechizo o un conjuro lanzado en alto sobre mí, sobre el “Eguzkilore” que llevo como amuleto al cuello.

Y no puedo ser fiel a una sola parte de tu terreno, aunque tenga un sitio predilecto. Porque siempre fue así, siempre lo pensé, ¿no sé si me enamoré de ti o de la ciudad? Y es algo que jamás descifraré. Porque la atracción sigue, el enamoramiento no se disipa. La llamada parece no interrumpirse nunca…

Yo llevaba unas botas azules y tú apareciste bajo un paraguas y paseamos de la mano, mientras el mar era cómplice de algo que empezó absurdo, tan absurdo como su final. Nos bebimos el mar, nos bebimos los recuerdos a golpe de sidra y a veces, me los vuelvo a beber en la soledad de ese campo de recuerdos. Y un “Gabon” en mi oído que aún escucho, ecos de otra vida, de otra dimensión.

Yo llevaba un abrigo y tú apareciste con una nevada a tus pies, ahí, en un rincón de una estación. Tú eras alto y tus rizos… rebeldes, como tú. Me fascinó. Tanto como tu habla, como tu voz, como tu acento. Jugamos a ser amigos sin conocernos de nada. Jugamos a ser lo que quisiera esta vida extraña que fuéramos. Y dudo que lo olvide, es más, no quiero hacerlo nunca. Tú también eres norte. Siempre nos quedarán esas cañinas, y la luna alta en Ponferrada, allá donde se pose, porque no sé si algún día atisbaré a saberlo.

Y escucho los acordes de una canción que me hace llorar, que también sabe a rincones de una bella Galicia, a la que añoro visitar. Volver a sentir el viento en la Torre de Hércules y admirar esa Rosa de los Vientos y dejarme llevar de nuevo y siempre por el sonido del aire, o son do ar. O son do ar desde que era niña…

Y no sé por qué, ni nunca lo entenderé. Dicen que los polos opuestos se atraen, debe ser mi caso, yo del Sur, de la tierra del calor, del cielo eterno azul. Confieso, confieso que siempre fuiste tú. Confieso que no puedo con tus voces, con tus expresiones, con tus montañas y tus bosques frondosos, con tu mar salvaje, con tu frialdad que me arropa y me acoge como si yo fuera una más, como si tal vez, yo fuera algo especial. Y todas tus palabras resuenan en mi cabeza y yo me enamoro más de ti. De todo en tu conjunto, de toda tu extensión sin excepción. De todo lo que baña el Cantábrico, con todos tus rincones y todos tus sabores, con toda esa magia especial, que te hace estar siempre en mi cabeza. Solo quiero volver, volver a tenerte en frente, volver a perderme. Volver a caer en tus redes y que nunca me sueltes.

Me despido con un hasta luego que parece eterno, pero que pronto verá su final. Y sostendré tu mirada una vez más, sé que el viento y la lluvia volverán a aquellas botas que ya no son azules. Y miraré, como la romántica que soy, todo aquello de lo que una vez me enamoré.

Hasta pronto.

Vivir en tiempos de Coronavirus

Texto escrito 19 de Marzo 2020

Es curioso que escriba esto en apenas 4 días de aislamiento oficiales. Pero soy española, andaluza, para más inri. Y como a todos mis compatriotas, ya echo de menos salir, dar dos besos, abrazos, reír en alto, la cervecita en la terraza, el aire, el sol.

En este blog en 2008, reflejé muy indignada la crisis económica que asoló España e hizo que muchos de mis conocidos emigraran sin retorno en muchos casos a otros países, porque aquí no había un puesto de trabajo digno. Pero jamás de los jamases, pensé que iba sufrir un pandemia mundial.

Me encanta el cine, y esto ya lo había vivido visualmente, y ahora he de decir que sí, que la realidad siempre supera a la ficción. Siempre. Y joder, una de las películas que he visto recientemente era «La Trinchera Infinita»… bromas a parte, porque el humor me niego a perderlo…

Tenemos que ser responsables y llamar a la calma, acordarnos del cine de nuevo como modelo y pensar en un Tom Hanks en «Naufrago», porque para los que estamos solos, se va a hacer especialmente más duro. Yo siempre me he considerado una persona casera, siempre he disfrutado mucho de estar en mi casa, viendo la tele, leyendo un libro, escuchando música, pero en estos poquísimos días, se me saltan las lágrimas si pienso en darle un abrazo a mis seres queridos. Se me saltan las lágrimas nada más pensar las ganas que tengo de ir a la cafetería de mi trabajo y hablar con mis compañeros, de salir a pasear con mi bebé. De volver a ver una sonrisa que me calma, cuando veo esos hoyuelos y sentir ese abrazo que me envuelve grande y fuerte y me levanta de todos mis males. Pero debemos ser conscientes y agradecidos, que tenemos que protegernos entre todos y que cuando esta pesadilla acabe, volveremos a vernos, a disfrutarnos, a abrazarnos, a besarnos. Así confío, así lo espero, así lo deseo, así lo lucho.

Aunque sé que esto va a cambiar a la sociedad, al mundo. Esto es algo sin precedentes, es algo que desde tiempos de La Peste, no ocurría a esta escala. Recuerdo el VIH, recuerdo el ébola, pero no esto. Esto ha paralizado al mundo, ha cambiado todas nuestras vidas. Teletrabajo quién tiene suerte, confinamiento, relacionarnos más aún a través de pantallas, autogestionar nuestras mentes y recursos, poner a prueba nuestra paciencia, desarrollar nuestros ingenios, pero es hora de demostrar que el ser humano también es capaz de hacer lo mejor. Tenemos que ser fuertes ante la adversidad. Os animo a todos a que cuando salgamos de ésta, valoremos muchísimo más todo lo que hemos tenido siempre y hemos dado por hecho. Dar por hecho, es un error. Muchas veces me dicen, «joer no me des las gracias por tan poco» y yo siempre contesto que valoro y agradezco cada gesto, porque un día lo tienes y al día siguiente no. Y yo prefiero ser agradecida, a no serlo.

Si estás leyendo mi blog y me conoces, decirte que te saludaré más efusivamente aún si cabe cuando te vea. Si estás leyendo esto desde el otro lado del mundo, desde otro rincón de España, «no estás solo/a, estamos juntos en esto y saldremos».

QUÉDATE EN CASA.

Lo que pienso a 6 de Abril de 2021

De toda la información insólita, sorprendente, confusa e idiota que hemos estado escuchando durante este eterno año ya pandémico, el resumen lo podría hacer en dos palabras que están de moda: «Fatiga Pandémica».

Gestiones políticas de lo más incongruentes e incoherentes, restricciones de movilidad que nos dan una pseudolibertad absurda que todos parecen saltarse a la torera, menos los que somos unos cobardes y sabemos que es como cuando todos copiaban en el examen, que si la chuleta la sacas tú, fijo que te pillan. Y aquí sigo, teletrabajando que por supuesto, a valorarlo, porque si encima pierdes el trabajo, ya la desgracia es aún mayor. Pero cansa, cansa el estar diciendo gracias por tener dos manos, gracias por tener trabajo, gracias por haber pasado el virus y seguir vivos. Es lo mínimo ¿no?, ¿soy una niñata? probablemente, ¿soy egoísta? quizás, probablemente. Me contagié sin salir de casa, a una revisión al centro de salud, de estas cosas increíbles. Y el/ la covid fue un faringitis muy fuerte, pero la mayor secuela es la mental. Esta soledad, estos miedos de las miradas que están encima de esas mascarillas de colores. Yo me negué a convertir mi mascarilla en un complemento estético, siempre pensé «esto debe ser temporal» y hace nada ya me decidí a contribuir al medio ambiente y coger unas que se puedan reutilizar y lavables. Sigo sintiéndome absurda cuando camino sola al aire libre y respiro mis restos, cuando me estornudo dentro, cuando se crea esa incómoda humedad propia dentro de ese ecosistema mascarillero. Estoy cansada. Muy cansada de qué me digan por dónde puedo entrar, por dónde puedo salir de una tienda, del gel, de las distancias, del no poder abrazar, de sentirme una delincuente, de tocar una superficie y pensar «Oh, oh». A nuestros abuelos les tocó una guerra, una guerra que obviamente dejó secuelas de odios y rencores y de no tirar ni una miga de pan. ¿Cuáles serán las nuestras? ¿los miedos a los abrazos? ¿al contacto humano? Qué virus tan cruel y deshumanizado, que es precisamente eso lo que nos está provocando, vivir en las redes, vivir en pantallas, vivir en un interminable Fortnite, ser un Joaquin Phoenix en «Her» y no distinguir ya las emociones. ¿Cuánto falta, mamá? ¿hemos llegado ya a la 4ª ola? ¿a la 5ª? ¿nos vencerá este tsunami llamado Covid19?

Mi primera queimada

2021 que empezaba absurdo, me regaló mi primera queimada. Un sabor tan diferente, tan único, tan mágico. Un conjuro, un hechizo de aguardiente. Y allí estaba Madrid, entre restos de nieve postapocalíptica, el mundo pandémico, las miradas enmascarilladas, pero tú estabas tan cerca. Al final, la vida son momentos fugaces, esos que caen como una estrella cada cierto tiempo, pero lo más importante, es saber saborearlos en el momento, como los granos de café, el conxuro y las frutas en la bebida. Porque vivir consiste en eso, en ver la magia, en sentirla, en dejarse llevar. Y que te embruje el fuego, siempre el fuego.

El mundo a.C

Echo de menos abrazarme a mis amigos y seres queridos.

Echo de menos la libertad del tacto.

Echo de menos las sonrisas que ahora se ocultan. Echo de menos dar dos besos, echo de menos dar la mano.

Echo de menos no temer del contagio, echo de menos no saber que son los virus. Echo de menos el ocio, la juerga y las risas. Echo de menos las terrazas y el bullicio.

Echo de menos la normalidad y odio la nueva normalidad. Echo de menos el 2019 y todo lo anterior conocido, porque cualquier tiempo pasado fue mejor y se cumple.

Echo de menos vivir. Echo de menos los informativos con sus políticos peleándose y no sobre el /la covid.

Echo de menos hacer planes y cumplirlos, fijar metas y esperarlas. Echo de menos el aislamiento elegido y no el impuesto.

Echo de menos las colas, los cines llenos, los conciertos.

Y echo de menos mirarte a ti.